Pescar. Echo de menos ir a pescar. Pasar horas y horas con alguien, charlando sin esperar que lleguen a picar esos pobres pececillos, disfrutando de los mosquitos, del silencio y de la música en la radio.
Hace años que no lo hago. Siempre solía ir con mi padre. Me lo pasaba en grande y yo tenía mi propia cañita, sí cañita, porque era pequeña como yo y torpe (como yo también)
Y corría, reía y hablaba con mi padre. Recuerdo a la perfección el día que mi cañita inútil pescó algo: era un pobre pececillo adormilado y pequeño, y mi padre se alegró que tras horas, días y semanas, aquella caña casi de mentira pescase algo.
Y a mi me recorrió como electricidad por el espinazo. Yo quería ir a pescar, pero no para pescar, simplemente por ir, y aquel día picó un pobre pececillo, y ya no me gustó; así que le solté a mi padre: "Papa, y no podemos volverlo a dejar donde estaba? Es que ahora que he pescado, no me gusta"
Y mi padre me miró con esa cara entre ternura y estupidez. Y dejamos a aquél pobre pececillo en el agua, y volvimos a poner mi cañita medio de mentira a pescar, pero esta vez sin cebo.
Y creo que explico esto, porque ayer hice una buena obra y el pobre Pichí ha muerto esta mañana.
Ayer llevé con Sara a que me cortaran unas telas. Cuando salimos de la tienda y subíamos por la calle vislumbré no sé como a un pobre gorrioncito, mojado, empapadísimo y queriéndose resguardar de la lluvia en una tienda.
Creo que esa misma electricidad me recorrió el espinazo y sin pensármelo lo cojí entre mis manos para darle calor.
Martes, sobre las 19:40 de la tarde y con un gorrión mojado entre las manos, ah sí y medio diluviando.
Lo llevamos a un veterinario a ver si se podían hacer cargo de él. No se lo podían quedar, no era una especie protegida. Sara llamó a mi casa, ordené que se pusiese mi padre y otra vez esa sensación de ir a pescar.
"Papa, es que verás, está lloviendo mucho y acabo de salir de la tienda y había un pobre gorrioncito mojado, muy mojado y me ha dado pena y lo tengo entre las manos, y los veterinarios no se pueden quedar con él...puedo llevarlo a...? " No me dejó terminar la frase.
"Sí, pámfila que eres una pámfila, traelo a casa, le daremos calor y agua con pan"
Y yo feliz paseando con el gorrión entre las manos, pobrecito Pichí, que así lo bautizamos.
En casa mi padre le habilitó una jaula, le dimos calorcito y me fuí a casa de Sara a cenar.
Esta mañana Pichí estaba muerto, pero almenos no era bajo la lluvia, con frío e intentando resguardarse en una tienda.
Y ayer durante unos instantes fuí yo ese gorrión que habían recojido bajo la lluvia, aunque no había paraguas que nos cubriese.
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Pescar
Publicado por Reine de Fleur en 21:08
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1 Comment:
Jo, pobre Pichi.
No sé hasta qué punto los pájaros tienen consciencia de las cosas, pero si llegó a tenerla, seguro que le hizo feliz que alguien se fijara en él y le diera un poco de calor.
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