Llegué aleteando sin ganas de vivir, ni de seguir bebiendo. Pensando que quizás una copa de más me tumbase al final de la noche. Sin ansia de vivir, no merece la pena cantar canciones. Dejé de tocar, de crear sueños mucho antes de que dejasen de tener sentido. Cuando decidí que allí terminaba mi último desfile, me salvaste, sin pensártelo, sin querer yo ser salvada. Y ahora que quiero salvarlo, me doy cuenta, que lleva tiempo sin aliento.
miércoles, 7 de marzo de 2012
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